Sunday, June 26, 2005

Jade


Jade

De mis musas la primera, de mis venenos la más mortífera. Jade, mi bailarina exótica. Mi reloj de arena. En sus caderas se mecía la luna.

La conocí cuando era quizás lo suficientemente impresionable como caer a sus pies y para pensar que con regalos y poemas se domestica a las panteras.

Sus párpados cayeron rasgando su mirada

¿Quién eres? Preguntó curiosa.

Un admirador, respondí entre asustado y excitado. Era tan hermosa, tan diferentes a las mujeres con las que me había encontrado hasta aquel momento. Era desafiante, altiva, insinuante, lasciva, inquietante y sobre todas las cosas, aquella mujer bailaba como si fuera la serpiente que tentó a Eva en el Paraíso.

Salió de su camerino, estaba todo a oscuras, los darbukas sonaban despacio en el fondo, como el preludio de una danza frenética. Jade caminó despacio hasta ponerse en el centro de aquel café marroquí. Los clientes había dejado sitio para que bailara entre las mesas a modo de pequeño escenario.

Los darbukas aceleraron su ritmo, poco a poco, dum dum taka tá, dum dum taka tá, dum dum taka tá, cada vez más hipnótico y más rápido. La bailarina movía su velo ocultando y mostrando su rostro en cada golpe de cadera. Oscilaba los hombros como ofreciendo a los comensales las frutas prohibidas que insinuaba bajo las monedas que cubrían su sostén Burdeos. El ritmo crecía y los movimientos de Jade eran más secos y ardientes. Sus caderas alcanzaron un temblor constante mientras giraba y giraba. Nos podíamos quitar los ojos de aquella mujer que se nos ofrecía entre cardamomo y canela.

El velo volaba por encima de nuestras cabezas con cada vuelta hasta alcanzar el climax y cayendo sobre ella al terminar. Todo se volvió negro. Sólo se movían las llamas de las velas tratando de simular a la bailarina serpiente.

Sudorosa y cansada se dirigió al camerino. Pasó por mi lado y me miró. Todavía no sé qué me hizo seguirla. No sé si aquel ritual primitivo, o si fueron mis veinte años empujando mi sangre a correr como loca.

Cerré la puerta tras de mí.

¿Y bien? ¿qué te ha parecido? Me dijo mientras se desnudaba.

Bien. Balbucee yo. Dios que estúpido me sentí.

En aquel momento pensé que lo había estropeado todo, sin embargo en sus ojos vi a la pantera que me devoró.

¿Después? Sangre, sudor y saliva.


Jade

Jade, of my all muses, you´re the first, of all my poisons, you the deadliest. Jade, my exotic dancer. My sand clock. In its hips the moon was rocked.

I knew her when I was perhaps so childish to think that I could tame a panthera just with gifts and poems.

Their eyelids fell tearing their glance.

Who you are? She asked curiously.
Just a fab, I responded between scared and excited.

She was so beautiful, so different from the women with whom it had found me until that moment. She was challenging, arrogant, teaser, lewd, disquieting and on all the things, that woman danced as she was the snake who touched to Eva in the Paradise.

She left his dressing room, all the coffee was in the dark, darbukas sounded slowly at heart, like the prelude of a frenetic dance. Jade walked slowly until putting itself in the center of that Moroccan coffee. The clients had left site so that she danced between the tables as a small scene.

Darbukas accelerated their bit, little by little, dum dum taka tá, dum dum taka tá, dum hypnotic and faster, dum taka tá, more and more. The dancer moved her veil hiding and showing her face in each blow of hip. She oscillated shoulders like offering to the companions at table the prohibited fruits that insinuated under the currencies that covered their Bordeaux bras. The rate grew and the movements of Jade were drier and ardent. Their hips reached a constant tremor while it turned and it turned. We could be cleared the eyes of that woman who offered between cardamom and cinnamon to us.

The veil flew over our heads with each return until reaching climax and falling on her when finishing. Everything became black. The flames of the candles only moved treating to simulate the dancing serpent.

Tired and sweated, she went to the dressing room. She walked next to my side and she watched to me. Still I do not know what made me follow it. I do not know if that primitive ritual, or if they were my twenty years pushing my blood to run like insane. I closed the door behind me.

And well? what about the show? - She said to me while she was getting nude.

OK. I stammer. God what a stupid I felt myself.

In that moment I thought that it had spoiled it all, nevertheless about its eyes I saw the panther that devoured to me. Later on? Blood, sweat and kisses.

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